A LOS ATLETAS DE DIOS
IN MEMORIAM

A Mis Colegas Idos
Por Gladiola Orozco







































































Imágenes, en orden descendente
Rosa Reyna y José Limón en La Pavana del Moro, de Limón; Edmundo Arreguín; Guillermina Peñaloza; Martine Parmain y Rudolf Nureyev; Helena Jordán; Gerardo Delgado; Ruth Noriega; Elena Carter; Freddy Romero; Guillermo Keys.



Se fue el siglo XX, los inicios del XXI: el tiempo se lleva nuestros amores. ¡No al olvido de la constelación, de sus Estrellas que siguen estando en el latir de mi memoria! La vida sigue con el palpitar de su corazón, con sus ritmos y sus silencios y en el silencio la memoria me acompaña, los recuerdos y la tristeza también... En diciembre 2006, agobiada por los fallecimientos de mis colegas, me rebele en contra de la indiferencia general y de mi propio silencio. Desde enero fuimos perdiendo (como en años anteriores) valiosos amores de nuestra historia, de nuestra vida en el arte de danzar. Primer golpe, increíble noticia: dejó la existencia Guillermo Keys allá, en la lejana tierra de los canguros, Australia. Guillermo, el querido Memo, famoso bailarín, coreógrafo, maestro (en aquellos legendarios salones de la calle de Hidalgo) empeñado en su enseñanza, en que supiéramos qué quería decir o qué significaba en español cada paso de la técnica de ballet francesa. Guillermo, estaría muy feliz con el libro recientemente publicado de Solange Lebourges "En Busca del Dégagé Perfecto". Guillermo fue miembro fundamental de la relumbrante Época de Oro, dirigida y animada por el celebre creador Miguel Covarrubias (ya fallecido), ejemplar gestor de este arte que lucía en Bellas Artes esplendorosas temporadas con creaciones no sólo de danza, también de música y con valiosas aportaciones de nuestros genios pintores. Ahí pude descubrir un mundo mágico al que me apegué. Ahí en ese hermoso recinto Guillermo Keys estrenó la coreografía El Chueco, con un personaje central (interpretado por él mismo) sentado en una banqueta, dolido por su miseria y su lamentable físico, acompañado en algunas de sus escenas por dos burlonas, hirientes chiquillas de arrabal, mugrientas, traviesas, interpretadas por las ahora muy reconocidas figuras de la danza, Nellie Happee y Valentina Castro. Guillermo ya no está para visitamos de vez en cuando desde ese lejano país. Venía a México para saber, para intercambiar ideas, recordar historias y mitos. Visitaba a todo el mundo sin faltar Jalapa para disfrutar de la amistad, la hermandad de nuestra querida Rocío Sagaon. También gustó del trabajo artístico del Ballet Teatro del Espacio, nos acompañó en breves giras; quería seguir bebiendo de la fuente... ya no recibiré más sus amorosas cartas.
No asimilaba del todo esta ausencia cuando otro ciclón proveniente de Argentina me congeló, nos golpeó: había dejado de palpitar el rojo corazón de Freddy Romero, el negro más bello, un pavo real, hermoso y competente bailarín que deslumbró en danza contemporánea como en ballet clásico. De origen Venezolano, llegó a esta tierra (todavía región transparente) allá por el año de 1956; lo trajo su padrino, el maestro Tulio de la Rosa. Formado en México por el Ballet Nacional y por su propia inquietud y talento, después de ires y venires, en 1966 fundó con Raúl Flores Canelo y conmigo el Ballet Independiente. Éramos jóvenes y como jóvenes también soñadores, y en estos sueños y realidades queda presente en nuestra memoria ese ser alado… ¿Cómo olvidar Luzbel, creación del Canelo con música de Rafael Elizondo (ya fallecidos ambos), interpretado por ese Sol que fue Freddy? Tanto brilló que nos lo "robó" Alvin Ailey, integrándolo como estrella en su famosa compañía radicada en New York. Freddy emigró a la Ciudad del Arte y de los rascacielos con su "blanca nieves", excelente bailarina del Ballet de México de origen Argentino, Bettina Bellomo, y con su pequeña hija Mónica. Seguramente todo ese andar lo cansó (y no precisamente la luz de New York sino "las gringadas, "), en fin, ya no se hallaba bien y decidió hace años instalarse al Sur de nuestra América, creo que primero en Brasil y por fin en Argentina en donde fundó una escuela. Nueva vida, nueva fama y también unos kilos de más. Lo hermoso nunca lo perdió. Así vino a visitamos y a reencontrarse con sus amores y amistades. Impartió clases con Ballet Teatro del Espacio. Aún con su larga experiencia, se mantuvo enseñando sin tics, sanote, negro, íntegro. ¿Cuánta historia y múltiples recuerdos, querido Freddy? Se que no estas más pero en mi largo caminar sigue el canto de tu estrella y bajo esa constelación continúan las estaciones del año y con ellas sigue yéndose La Familia, los nuestros...
¿Porqué la bella y talentosa Elena Carter tenía que dejamos?, porqué se fue así la "Aída", la musa de Nellie Happee? Ese día el cielo se nubló, llovió tanto que se ahogaron nuestros sueños. ¿Porqué se fugó tanta belleza, la que tantas veces iluminó el arduo camino de nuestro arte? Los cisnes lloraron su ausencia y yo también. La constelación presenció nuestro inevitable dolor, sabedores que desde el preciso momento de nacer empieza nuestro deceso. Cuesta entenderlo y aceptarlo. Lamento tan solo saber gritar en silencio por estas pérdidas, que lleva toditita la vida entender la muerte.
En estos pensamientos andaba cuando me atrapa la partida de la queridísima Ruth Noriega, bailarina de origen norteamericano radicada en México, esa bella joven que bailó en varias compañías de expresión clásica como contemporánea. La recuerdo en la agrupación de Javier Francis; la de Nellie Happee, en Ballet Nacional y con nosotros en Ballet Independiente de México por allá por el año 1975 en una larga gira por Francia y Holanda. La recuerdo discreta, nerviosa, solitaria, algunas veces juguetona y otras muy introvertida. Desde hace años radicaba en Jalapa, en esa bella ciudad del chipi chipi, la tierra de mi adorado escritor Sergio Galindo (ya fallecido). Querida Ruth, a lo lejos sonríeme. Sigues en mi corazón, te abrazo, te quiero.
Los días siguen y los meses también y en la puerta continúan golpeándonos los desenlaces, uno tras otro. Año recio y tupido con inevitables fínales como el de él todavía joven y valioso Gerardo Delgado, destacado bailarín, maestro, coreógrafo, director. Viajó por el mundo para aprender y también para mostrar su talento, sus creaciones, su obra. Con la sensibilidad que lo acompañó hizo mucho, yo creo que deseó, intentó volar más lejos, y en el vuelo perdió alas, pie y cayó hondo; tan hondo como el hueco que nos deja la profunda tristeza de tan temprana ausencia.
Con lo mejor de mis sentidos sigo tratando de comprender la vida y sus ciclos. No hay más, nacemos, vivimos y morimos. No obstante cala perder amores. Llegó a su fin la vida de Helena Jordán bailarina, maestra, coreógrafa también de la Época de Oro, esposa del Maestro pintor Santos Balmori, brazo derecho (en esa época) de Miguel Covarrubias (ya fallecidos ambos). Vale destacar el mecenazgo que la pareja Jordán - Balmori brindó a muchos jóvenes, entre ellos al joven pintor Rodolfo Nieto (ya fallecido) ahora Joya Nacional. Helena queda presente en el andar de nuestra historia y, porqué no decirlo, trasciende su vida en las perdurables obras plásticas del maestro Balmori y de Rodolfo Nieto.
No acababa de resignarme a la desaparición de los colegas cuando otra noticia más nos nubla el alma, otra luz se apaga. Expiró en París la reconocida bailarina Martine Parmain, la tantas veces Estrella, la de la Ópera de París, la del Ballet Contemporáneo de Amiens Francia, la Estrella de Michel Descombey, la de Violostries, coreografía exitosamente bailada mundialmente, creada para ella por Michel. También fue Estrella muy querida de Nureyev. Nos apena mucho la ausencia de la adorada maestra del BTE, también esporádica maestra de la Compañía Nacional de Danza. Hermosa mujer fuerte, valiente. De lejos vislumbramos toda tu belleza, tu impactante presencia escénica con tus hermosas piernas, con tus bellísimos y excepcionales empeines y todas las bondades que nos brindaste. Nos ganaste la partida, nos dejaste desolados, yo como animal gemí fuerte mientras el derrumbado, inconsolable Michel allá en la Ciudad Luz te acompañó para darte el beso de amor y del adiós...
2006 cargadito de preocupaciones pero también de alegrías que la vida da. Otra de nuestras bailarinas dio a luz un bello bebé. Así nos iba envolviendo con nueva vida el fin del verano cuando nos enteramos que la culta, inteligente y preciosa amiga Guillermina Peñaloza, falleció. Guille bailarina de la generación de la Época de Oro, maestra, coreógrafa enamorada de la danza y del teatro como de su amado el querido director teatral, Pepe Solé. A los dos los tengo muy presentes por esa larga e inolvidable gira del Ballet Nacional Contemporáneo por Europa y Asia. Después Guille todavía con salud siempre estuvo presente en la vida cultural y las funciones del BTE. Sin embargo para nuestra temporada de 2006 en Bellas Artes, solo pudimos tenerla al teléfono. Con temura y delicada voz, nos comentó de su poca salud. Fue difícil aceptar el triste desenlace ¡Cuánto quejido y jaloneo para nacer y cuantos dolorosos gemidos para morir!…
Las estaciones del año seguían su ritmo y el traqueteo del apasionado oficio también, y de este apasionado oficio se nos desprende brutalmente el Maestro Edmundo Arreguin, la cabeza, el jefe de iluminación de Bellas Artes. Con él se fue la joya, la luz del Palacio. El Maestro Mundo (como le decíamos) siempre nos acompañó en nuestras temporadas, fiel amigo, admirador de Michel Descombey. Cuesta aceptar la pérdida del hombre que iluminó durante largas décadas a los grupos, a las personas, a los iluminadores iluminados y a los no iluminados. Con enorme experiencia y paciencia, aportó, dio luz, colores, magia a cuanto evento pasó por ese legendario recinto. Con él se van muchas décadas de vida escénica. y hablando de luz, este mismo día otra Estrella se apagó y nos dejó en la oscuridad. Rosa Reyna, se fue. No lo puedo creer, se me paralizan los sentidos. Me siento más huérfana que nunca, ¿cómo perder a mi querida “Locha Leyna” como le decían en China allá en 1957? Rosa la más hermosa, la del escultural cuerpo, la Antigona de José Limón, la claridosa, la que siempre decía lo que tenía que decir en voz alta y sin tapujos; La Rosa joven, excelente bailarina de la tan mencionada Época de Oro, maestra, coreógrafa, creadora entre muchas obras más, de La Manda, en la que mostró un México tierno, típico, patético, (y todavía vigente). Siendo yo entonces joven espectadora, cómo podría olvidar esa obra y esa singular etapa de la danza en México, con largas temporadas y orquesta en vivo, creaciones coreográficas y escenográficas. No me hallo sin Rosa, la desolación llega a mi médula, debí estar más cerca de ella, cuidarla como cuidé hasta el ultimo momento de su vida a la también bailarina, maestra y coreógrafa de antaño, Elena Noriega; pero no siempre tengo la salud, la energía el tiempo. Por mi carácter y mi manera de ser me apenan las pérdidas y el no haber podido estar a su lado en momentos decisivos. Confirmo que soy un ser humano como otros y no el ángel guardián que algunas veces quisiera ser... Lo que no pasó y lamento casi con rabia es que todos estos amores idos, estos valores, estas joyas de México no merezcan una página en los diarios, en los medios de comunicación. Me hiere la ignorancia, la indiferencia hacia estos colegas con curriculum de orgullo. ¡Acaso tenían que haber sido deportistas, politiqueros, mercaderes para merecer un adiós nacional!... En vida ninguno mereció ser esperado en el salón de protocolo del Aeropuerto, mucho menos haber recibido y felicitado por el Presidente en turno. Qué importa, para la eternidad ellos seguirán siendo como lo dijo la Maestra Martha Graham, “LOS ATLETAS DE DIOS”.


Notas

- Este artículo se publicó por primera vez en la sección cultural del periódico El Universal el 25 de marzo de 2007.
- Las fotografías son de los archivos personales de Gladiola Orozco, Nellie Happee, Rosa Reyna y Gustavo Emilio Rosales.